Has tenido alguna vez esos días en los que simplemente quieres comer y sientes que nada te satisface? Esos días pueden hacer que sea muy difícil para nosotras mantener nuestros hábitos alimenticios saludables, y rápidamente nos culpamos a nosotras y nuestros estómagos. Pero, investigadores han encontrado que hay causas biológicas, sicológicas, e incluso ambientales por las que nos sentimos más hambrientas a veces y queremos comer más. Así que, deja de culparte a ti misma por no tener fuerza de voluntad, y lee esto! Entender las causas detrás de nuestra hambre insaciable y atracones de comida, puede ayudarte a combatirlos y mantenerte encauzada en tus metas saludables!
1. Falta de sueño

Si no estás durmiendo por lo menos entre 7 y 8 horas por noche, probablemente tienes una deprivación de sueño. La falta de sueño lo que hace es que interrumpe a las hormonas que regulan el apetito al día siguiente, aumentando los niveles de las que producen hambre y disminuyendo los niveles de las que suprimen el apetito. Son afectadas tan fuertemente, que investigaciones muestran que las personas que duermen menos de 6 horas por noche, consumen más calorías que aquellas que duermen 7 o más horas. Estas calorías extra pueden venir de comidas más calóricas para mantener los niveles de energía altos, como también del consumo frecuente de snacks con azúcar o cafeína. No importa la fuente, el resultado puede sabotear tus esfuerzos por hacer dieta. Trata de dormir al menos 7 horas por noche, y recuperar esas horas perdidas con una siesta en los días de descanso.
2. Deshidratación

Mantenerte hidratada es una de las mejores formas de mantener a raya tu apetito y las tentaciones. Si no estás re-abasteciendo tu cuerpo con fluídos regularmente, entonces no es raro que estés ligeramente deshidratada. El problema es, que si estás ocupada o distraída puede que interpretes las señales de deshidratación que manda tu cuerpo como señales de hambre, haciendo que busques alimentos en vez de lo que tu cuerpo realmente necesita: agua. Una de las formas más fáciles de mantenerte hidratada es llevar contigo una botella de agua o mantener una en tu escritorio para que siempre tengas líquido a tu alcance. Fija la alarma de tu teléfono cada 20 minutos para recordar que debes tomar unos tragos de agua y así formarte el hábito.
3. Emociones

Algunas personas comen cuando están tristes; otras comen cuando están contentas. Algunas recurren al chocolate cuando están estresadas; otras no aguantan tragar nada. Cada persona tiene una relación emocional única con la comida. El problema ocurre cuando recurrimos a la comida para resolver nuestra tristeza, estrés, u otros sentimientos en vez de enfrentar el problema de fondo. El comer para calmar tus emociones puede sentirse bien en el momento, pero no soluciona el verdadero problema, y además puede sabotear tus esfuerzos por alimentarte de forma más sana. El primer paso para enfrentar el comer por razones emocionales es detectar y ser consciente de los sentimientos que hacen que quieras comer. Si el estrés es lo que te afecta, entonces has ejercicio, medita, o escribe en tu diario. Si es la tristeza o soledad la que te hace comer, júntate con amigas o llama a alguien. Si es la felicidad o excitación la que hace que olvides tus hábitos de alimentación saludable, entonces mantener un diario de comidas puede ayudarte a mantenerte ordenada.
4. Hormonas

Las dos hormonas principales que regulan el hambre y el apetito son la grelina y la leptina. La grelina provoca hambre mientras que la leptina suprime el apetito. Bajo condiciones normales, la grelina sube después de varias horas de no haber comido, por lo que comerás. La leptina sube después de que comes, así quedas saciada. Malos hábitos alimenticios y falta de sueño pueden hacer que estas dos hormonas se desbalanceen haciendo que estés más hambrienta que lo normal y que no quedes lo suficientemente saciada cuando comes. Otra hormona que hace que comamos más es el cortisol, una hormona suprarrenal que es liberada durante cortos períodos de estrés. El problema con el cortisol surge cuando nuestro estrés no es momentáneo o corto si no que continuo.
Niveles altos y sostenidos de cortisol están linkeados con el hecho de que nos de más hambre, una disminución en la eficiencia de la insulina, y un aumento en el almacenamiento de grasa. En resumen: La mejor forma de mantener los niveles balanceados es dormir adecuadamente, comer carbohidratos complejos y proteínas magras, y evitar las comidas altas en grasas.
5. El frío

Si los fríos meses de invierno hacen que quieras comer “comfort foods” como lasaña, mac and cheese, y estofados, no eres la única. Las personas tienden a consumir más calorías durante los meses fríos y eligen comidas altas en carbohidratos y grasa. La clave para no dejar que el invierno sabotee tu cintura es prestarle mucha atención al tamaño de las porciones. Los carbohidratos no te harán subir de peso si estás comiendo los del tipo saludable (granos enteros, frijoles, frutas, vegetales) en cantidades apropiadas y combinándolos con proteínas magras. Busca versiones más livianas de esas “comfort foods” o comidas de confort cuando estás antojada para que no sientas que te estás privando de algo que quieres. No te olvides de mantenerte hidratada también. El agua debería ser un imprescindible en tu dieta durante todo el año, pero durante el invierno querrás incorporarla en infusiones calientes como tés u otras bebidas bajas en calorías. Éstas te ayudarán a mantenerte hidratada, saciada y calentita.
6. Situaciones sociales

Ya sea que te estés juntando con amigas o preparándote para una fiesta, la comida y la bebida es en general el foco en cualquier evento social. El problema con esto es que como estás distraída conversando y sociabilizando, no estás pendiente de las elecciones de comida que haces ni de las porciones. Si te gusta complacer a la gente, esto puede ser aún peor. Investigaciones muestran que las personas con este tipo de personalidad tienen a comer más en las situaciones sociales para encajar y hacer que el resto se sienta a gusto. Esto puede ser bueno si estás comiendo con otras personas que comen de forma saludable, o un desastre si tu compañía es buena para el alcohol y las pizzas. Para evitar comer más de lo que necesitas en una reunión social, anda con un plan, siéntate lejos de la comida, y busca personas con el mismo interés que tú en no comer demás.
7. Aburrimiento

Cuando estás acostumbrada a hacer varias cosas a la vez y a recibir un feedback constante, puede ser un poco extraño cuando tenemos menos que hacer y nos aburrimos. Para llenar los incómodos momentos de aburrimiento, puede que te encuentres a ti misma comiendo, incluso si no tienes hambre. Investigaciones dicen que esto es en parte debido a nuestras vidas sobre estimuladas (piensa en tecnología, medios sociales, etc…). Cuando no tenemos nada estimulante qué hacer o pensar, nuestras mentes empiezan a buscar algo. Si ese pedazo de pizza que sobró en el refrigerador, o ese carrot cake aparecen en nuestra mente mientras nuestro cerebro está inconscientemente buscando estimulación, la pizza o la torta serán imposible de olvidar. Evita esto buscando actividades que te ayuden a mantener tu mente y tus manos ocupadas como leer, tejer, hacer un puzzle, un rompecabezas, o practicando actividades relajantes como andar en bicicleta, o salir a caminar.
8. Saltarte tu ejercicio

Un ocasional día de descanso es saludable, pero saltarte tus ejercicios regularmente puede hacer que finalmente termines comiendo más. La razón es en parte hormonal y en parte sicológica. Aunque muchos creen que el ejercicio aumenta nuestro apetito, esto no suele ser verdad. Ejercicios de intensidad moderada en realidad disminuyen el apetito al aumentar la hormona que suprime el apetito y disminuir los niveles de la hormona que gatilla el hambre. Así que, cuando no haces ejercicio, no estás recibiendo los efectos supresores del hambre de estas hormonas y es probable que comas más en comparación con el día en que sí haces ejercicio. El otro efecto que olvidas cuando te saltas el ejercicio es la mentalidad saludable que crea. Un entrenamiento intenso enmarca las próximas 24 a 36 horas en una perspectiva saludable positiva lo que significa que es más probable que tomes buenas decisiones de comida, monitorees las porciones, y resistas las tentaciones.
9. Saltarte el desayuno

Saltarte el desayuno puede parecer una buena idea si quieres mantener bajo el consumo de calorías en el momento, pero las investigaciones dicen que las personas que se saltan el desayuno comen más calorías en total en comparación con las personas que si toman desayuno. La razón para esto es que cuando te saltas el desayuno (o cualquier comida) permites que tu cuerpo tenga hambre por lo que cuando comes, comes más de lo normal y puede que no tomes las decisiones más saludables. Además, tu metabolismo se vuelve temporalmente más lento en las mañanas cuando el cuerpo no recibe comida. En resumen: tomar un desayuno saludable hace que tu metabolismo funcione a toda máquina y te ayuda a comer menos durante el resto del día.